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EL JUEGO DE LA VIOLENCIA VERBAL EN EL FÚTBOL
Por Jesús Castañón Rodriguez

El eterno problema de la violencia en el fútbol es algo tan viejo como el propio juego. Ha dado manifestaciones literarias desde 1925, cuando Enrique Jardiel Poncela publicaba en la revista Aire Libre el sainete "El once del Amaniel FC", un club que jugaba con la agilidad de un rinoceronte pesimista al que le echaban un once y le hacían un siete. Era un club para el que "la honra de la asociación es el leite motives de la esistencia, y ante una afirmación de esa naturaleza pierdo la cabeza y el encendedor automático", según su presidente. Y para no perder la honra planificaba tácticas con patadas en la espinilla, balonazos en las fosas nasales, cargas con fuerza, codazos en los estómagos y pisotones de tobillo... hasta tal punto que a la salida cada reunión los jugadores pegaban puntapiés a las sillas para entrenarse.

En 1988, según demostraban algunas encuestas era el sexto factor que causa disputas violentas, el segundo asunto capaz de terminar en enfrentamientos y el primero en generar las actitudes más violentas.

El fútbol como ámbito de violencia

Para el nuevo marco de consumidores de sentimientos en que han quedado convertidas las aficiones, cabe destacar que en el fútbol se disputa un nuevo partido, vivido como una experiencia mágica, entre tres cuestiones diferentes y cercanas, que se entrecruzan de manera sorprendente: la pasión, la agresividad y la violencia propiamente dicha.

Es un partido donde la pasión se entiende como desorden del ánimo, como preferencia muy viva por algo y como afición vehemente. La agresividad entra en el fútbol como capacidad de brío o de decisión para una acción, como posible propensión a ofender o como un hecho que implica una provocación o un ataque. Y la violencia comprende actos fuera de su estado natural, lo que suponga ímpetu y fuerza, lo que se realice con brusquedad, las acciones contra el gusto, los hechos fuera de razón y justicia, las situaciones embarazosas (como el gol de Tamudo a Toni en la final de la Copa del Rey) y el genio arrebatado que se deja llevar por la ira.

En consecuencia es prácticamente imposible acabar con la violencia en el fútbol, pero sí se pueden combatir con intensidad sus manifestaciones con arrebatos o fuera de razón y justicia y reducir las circunstancias fatídicas. Se puede trabajar en mejoras de conducta vinculada a los tres ámbitos del fútbol donde hay alguna forma de violencia exacerbada:

1º) El juego, con competencias directas relacionadas con jugadores, entrenadores y árbitros.

2º) Los despachos, con el uso de una violencia psicológica que busca intimidar para persuadir en diferentes negociaciones y para obtener mejores resultados.

3º) Las gradas, en sentido amplio, aficionados y medios de comunicación intentan influir en los resultados mediante presiones.

Causas

Por tanto el fútbol lleva en sí una conducta violenta innata pero reglamentada y otra violencia asociada, que ha saltado la línea de banda hasta preocupar a todos los estamentos del deporte y a las autoridades: la crueldad, sobre todo, entre espectadores.

Se han analizado sus posibles causas y se ha llegado a la conclusión de que afecta a dos ámbitos. Primero, en el caso del juego, la violencia desarrollada en la cancha estimula los comportamientos agresivos de los espectadores. Así en las encuestas realizadas por la AFE en 1988 y 1992 concluían que la culpa es de directivos, que aceptan la violencia, de entrenadores que prefieren alinear a los futbolistas más violentos y de los árbitros por su mala preparación, su consentimiento de acciones agresivas al equipo local y al inadecuado sistema de designación.

Y segundo, en el caso de las gradas hay dos fenómenos. Para los espectadores se ha determinado que pueden generar violencia las pancartas provocadoras. Y en una encuesta, organizada por la Real Federación Española de Fútbol en 1991, entre los aficionados se llegaba a la conclusión de que la violencia no la genera el fútbol sino la sociedad y destacaba como culpables a árbitros, jugadores, aficionados, la propia Federación, periodistas, presidentes y entrenadores.

Los medios de comunicación son acusados de recurrir a la violencia y los valores heroicos como reclamo para provocar el interés del espectador, además de convertir una simple competición en un espectáculo de pasiones. Y la publicidad deportiva fomenta un materialismo exagerado y, en ocasiones, ha hecho negocio de la violencia con productos como el vídeo "Tarjeta roja" donde se recreaban las imágenes más impactantes del juego sucio y violento.

Soluciones

En las dos últimas décadas se han propuesto varias soluciones: ampliar las porterías para paliar la lenta cadencia entre goles; la presencia de un cuarto árbitro y cambio del color del uniforme arbitral, esos señores de negro y malos augurios; la profesionalización de los colegiados y el cambio de sistemas de designación; el endurecimiento de las penas en el reglamento para perseguir el juego violento; quitar las vallas de los estadios para evitar la sensación de enjaulamiento a los espectadores, eliminar las localidades de pie; la mejora de la seguridad en los estadios...

Todas estas medidas se han desarrollado, desde 1987, a partir del Convenio Europeo sobre violencia en el deporte, en el artículo 66º de la Ley del deporte de 1990 y en el artículo 12 del Reglamento Jurídico de las Sociedades Anónimas Deportivas (1).

Los riesgos de la violencia verbal

La mejora de conductas comprende acciones de prohibición, de prevención y de modos alternativos. Hasta ahora se ha trabajado mucho más en las dos primeras que en la tercera.

El panorama es complejo porque para una parte de aficionados, el fútbol sirve para expresar una identificación, dar sentido a su vida y mejorar su estima hasta el punto de convertirse en algo propio por lo que luchar y de sustituir a la pareja o la familia.

El fútbol alivia las frustraciones y acoge a todo el mundo organizando a sus aficionados en simpatizantes, seguidores o hinchas según el grado de sentimientos, emociones, sufrimientos o formas de reaccionar con que viven el fútbol. Es una vivencia sentimental vehemente que muestra valores positivos de elogios, compromisos, fidelidad, superioridad o constancia; y también de negación de la existencia del contrario, burlas o establecimiento de diferencias sociales. Es una experiencia basada en el "Amor-aliento-ánimo" para favorecer la autoestima y la "Amenaza-insulto" ante el miedo a perder identidad.

En este punto es donde entra en juego la seducción de las palabras y los posibles riesgos para difuminar las fronteras entre agresividad, pasión y violencia.

Hasta ahora, las medidas preventivas han tenido en cuenta que no podrán formar parte del Consejo de Administración las personas que hayan sido sancionadas por favorecer comportamientos, actitudes y gestos agresivos y antideportivos de jugadores, cuando se dirijan al árbitro, a otros jugadores o al público, así como por efectuar declaraciones públicas que inciten a sus equipos o espectadores a la violencia sobre directivos, técnicos, árbitros, deportistas o socios.

Sin embargo la violencia verbal ha podido encontrar terreno en la especulación de los sentidos del entorno del fútbol, en el trampolín de las combinaciones de ideas y dinero, según define el Presidente de Honor de la Asociación Internacional para un Deporte sin Violencia el Príncipe Rainiero de Mónaco.

El fútbol profesional actual cuenta con una caja de resonancia donde las formas violentas de lenguaje pueden intervenir varios tipos de factores:

1º) Para algunos aficionados el estadio es un lugar de violencia ritual donde la brutalidad, el descaro y la ordinariez son expresiones primarias que forman parte de la fiesta.

2º) El fútbol profesional ha creado un nuevo marco donde el periodista ya no es sólo un mero informador sino que tiene que desarrollar funciones de educador, orientador de la información y mediador comercial. Está en el medio de la pasión de los espectadores, la violencia propia del juego, el frenesí comercial y publicitario que intenta sacar rendimientos incitando al consumo y la asimilación de varios hechos que ocurren a la vez teniendo que seleccionar el más llamativo.

3º) Existe una tendencia generalizada a buscar expresiones que generen emociones, sensaciones e impresiones del espectáculo deportivo. Lo técnico sólo es comprensible por quienes han participado en el fútbol, mientras que las palabras con lenguajes figurados comentando a que se parece llegan a más público.

4º) Con más frecuencia, cuando se habla de dirigentes, surgen agresiones verbales gratuitas, ofensas innecesarias y difamaciones.

5º) A los protagonistas se les busca declaraciones de impacto, en las que a veces van descalificaciones, insultos o provocaciones. Unas veces para hacer presión y conseguir un mejor resultado, en otras para acaparar la atención del público y conseguir una mayor animación de su parte; en algún caso, para obtener una mayor recaudación económica.

6º) Los excesos de interpretaciones de los hechos y las valoraciones de jugadas que se suceden a gran velocidad se suelen realizar con un énfasis constante, cuando se debería emplear sólo en las ocasiones importantes. Y en ese ambiente, de vez en cuando, encajan las acusaciones, las amenazas por ese miedo a perder identidad y las bravatas.

7º) En la presentación social del fútbol prima el mito del éxito en combinación con las pasiones locales, que si no se consiguen dan lugar a focos de crispación. En algún caso ha sido tan curioso que se ha festejado como un triunfo el no haber ganado una competición o el no haber descendido de categoría.

8º) Un último factor tiene que ver con el clásico asunto del lenguaje belicista del fútbol. Afortunadamente, cada vez lo es menos y tiene su historia. La difusión del deporte hasta mediados de siglo correspondió al mundo militar, que al no tener terminología en las diferentes lenguas contó el fútbol con el que tenía más a mano: tiro, obuses, artillero, cañonazos, etc. Este lenguaje bélico si ayudó a formar un estado de ánimo tendente a la disciplina, al trabajo en equipo, a la entrega en la conquista de un fin, pero dentro del conjunto de las palabras del fútbol ocupa un porcentaje pequeño.

Son muy recomendables de leer los trabajos de Julián García Candau sobre este asunto y también un libro de próxima aparición, La seducción de las palabras, escrito por Álex Grijelmo.

La mezcla de todos estos factores y la exacerbación de la pasión deportiva, el frenesí comercial y los sentimientos y valores asociados es lo que puede hacer que los espectadores difuminen las fronteras entre la agresividad, la pasión y la violencia necesarias dentro de la cancha.

El salto de las formas de la violencia del campo y los despachos a las gradas, la desinhibición de la gente al actuar en grupo, el presentar las victorias como un elogio del descontrol y las derrotas como un conflicto hace que la violencia anide entre los espectadores con enfrentamientos entre sí y, sólo, en casos excepcionales contra los otros estamentos del fútbol.

Cuando varias formas de agresividad, pasión y violencia actúan a la vez, algunas personas reaccionan en masa y se llega a situaciones de guerra pasional donde todo vale: agresiones a personas y destrozos en los estadios; salvajismo, asesinatos, disturbios y acciones contra los intereses de los jugadores, fuera de los estadios.

Epílogo

En resumen, la violencia verbal también forma parte del ambiente del fútbol y puede ayudar a que estén presentes otras formas menos deseables gracias a su capacidad de seducción. Ojalá, las aficiones, ya en el nuevo marco del fútbol como industria del ocio donde ellas desempeñan la función de consumidores con sentimientos, sigan promocionando que el fútbol es sólo un espectáculo, un negocio o una diversión, que es "el descansillo de la escalera de la semana", en expresión del poeta Carlos Murciano, el prado donde olvidar los desengaños, el paréntesis que sigue transmitiendo libertad, sueños, calma... Como diría Jardiel Poncela, que con la ayuda de las aficiones el fútbol no pierda la cabeza ni el encendedor automático.

Notas:
(1) Cf. Convenio Europeo sobre la violencia, 1987. El artículo 66º de la Ley 19/1990, de 15 de octubre, sobre el deporte hace referencia a la prohibición de exhibir pancartas, símbolos o emblemas que inciten a la violencia. El artículo 12º del Real Decreto 1084/1991, de 5 de julio, sobre el Reglamento Jurídico de las Sociedades Anónimas Deportivas, establece que no pueden formar parte del Consejo de Administración las personas que hayan sido sancionadas por favorecer comportamientos, actitudes y gestos agresivos y antideportivos de jugadores, cuando se dirijan al árbitro, a otros jugadores o al público, así como por efectuar declaraciones públicas que inciten a sus equipos o espectadores a la violencia sobre directivos, técnicos, árbitros, deportistas o socios.


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